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martes, 13 de mayo de 2014

El último tren

Estaba perdida, dejando pasar personas por mi vida como estaciones a lo largo del año, como trenes esperando ser cogidos pero que terminan marchando vacíos de la estación. Y en esa misma estación me encontraba, sentada en un banco observando sin sentir, sin querer, sin vivir. Intentando encontrarme pero sin hallar respuesta alguna, ¿quién soy? ¿Qué hago aquí?  Leyendo una y otra vez el mismo libro, desgastado y arrugado por tanta lágrima, ¿para qué vivir mi vida si puedo leer un cuento?  Miedo, tengo miedo. Miedo al olvido, tengo miedo a la soledad.
Querer seguir leyendo una y otra vez para vivir su historia y no dejar que la vida me haga tropezar con la realidad, con voces que quedaron en eco, y entre tanto eco, gritando mi soliloquio.
Poder levantarme de la cama sin que el peso de mi cuerpo se desplace por el espacio cual pluma empujada por el viento. Respiro, pero no vivo.
Puntos y comas divorciados que hacen de mi vida finales de historia y continuidades que no tienen salida. Pensar si alguien vendrá después de todo a rescatarte de esta oscuridad, de este eterno anochecer.
Oxígeno para mis pulmones, luz en mi camino y agua para mis labios.    
Algo provocó sordina a mis pensamientos, noté unos pasos,se acercaba lentamente. Observé, se sentó en el banco de enfrente. Levanté mi cabeza; ahí comenzó mi cuento.   
Parecía obra de la imaginación, un August Waters para una Hazel que sólo buscaba soledad.
 Su mirada, un mar en el que sumergirse, un mar, que debía ser explorado, perdido en una tez morena, de cabellos claros no excesivamente rubios y labios perfectamente curvados esperando ser calmados.
Pequeño ser que cree que vive pero simplemente existe, ocupando una mínima porción del planeta ; que parece grande, pero sólo es una mota de polvo en un universo lleno de estrellas, estrellas que observan desde el cielo, estrellas que son observadas. Ya no lograba unir mis pensamientos en constelaciones. 
Me miró, deje de respirar; incluso puedo estar convencida de que mi corazón dejó de latir por un segundo.
Intenté disimular, pero intentando seguir el camino recto me perdí en la curva de su sonrisa, sonrisa que provocó la mía, que tímida, se perdió entre mi cabello que ahora ejercía de escudo.    
Y así día tras día. El reloj de la estación comenzando una cuenta atrás cada vez que él llegaba. Mismos pasajeros, nuevas caras, niños riendo, mujeres llorando, hombres con prisa, gente feliz, gente triste, gente vacía. Pero entre medias él, sentado en el mismo banco.
El mismo ritual de miradas evitadas, sonrisas en silencio y suspiros; Suspiros, que nacieron siendo gritos. 
Quizás él estaba esperando su tren, el correcto para marchar de este lugar. 
Pero yo sólo quería poder sentarme a su lado, leer su libro para entender su historia y así comprender el motivo de esta larga espera en la estación.
Llegó ese día al que tanto temía , él ya no estaba, su lugar lo ocupaba una rosa roja.
 Finalmente me cubrí de valor y fui, agarré la rosa, la olí; no era una rosa normal, llevaba su perfume y junto a ella una nota que decía :                                                                                

《Contaba las estrellas para saber lo que te quería pero me perdía, siempre fui más de letras.》    

El latido de mi corazón fue silenciado por el pitido del tren avisando que abandonaría la estación, me giré y vi como dos bancos más allá él subía a ese tren, sonriéndome como siempre pero yo no podía devolverle la sonrisa, iba a perder mi tren, en el que estaba él. Las puertas se cerraron haciendo un ruido que tronó por mi cabeza, las rodillas me temblaron, caí al suelo. Comenzaron a brotar lágrimas de mis ojos sin previo aviso, pero entre mi nublada mirada pude observar algo en suelo, otra nota que decía:

《 Los trenes avisan cuando deben ser cogidos para que no los pierdas y mi sonrisa eran sus pitidos, te esperaba para que subieses al mío. 》
Por cada lágrima que derramaba, una estrella caía y del llanto surgió la mar, que el universo apagaría.

sábado, 22 de febrero de 2014

No somos princesas.



Que no, no somos princesas ¿vivimos en un cuento? ¿Vosotros sois un príncipe? La respuesta es no. No esperamos ser perfectas, por lo tanto no son necesarias tantas mentiras. ¿Os pedimos que nos digáis te quiero, que nos prometáis la luna cuando si quiera podéis conseguir que rocemos el cielo? Otra vez la respuesta es no.  Tan sólo buscamos a alguien que nos quiera, pero de verdad, con nuestros defectos. Que nos haga felices con tonterías como “buenos días dormilona, despiértate ya que te echo de menos.”  No quiero que me digan que soy perfecta, preciosa o que enamoro ¿acaso me conoces? No, no  sabes como soy y una cara bonita no te asegura que sea una buena persona. Puedo tener unos ojos bonitos y joderte con ellos, puedo estar tonteando contigo y lo que te envíe sea  un corta y pega de lo que envío al resto,  moléstate lo más mínimo en conocer a alguien para luego poder decirle que te encanta.  

Pero dicen que el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra, y a pesar de todo, esperamos tanto que venga uno diferente al resto que en cuanto nos dicen lo que queremos oír *y no lo que realmente piensan* empezamos a creer que ese puede ser nuestro chico; pensamos que no deberíamos pagar con él lo que nos han hecho otros sin darnos cuenta de que están jugando con las mismas cartas y llevan ventaja en este juego.  Terminamos cayendo de nuevo y cuando consiguen lo que quieren se van por donde han venido sin dejar el más mínimo rastro. Pero aquí entra en juego otra cosa, si lo pones difícil se aburren y se marchan, porque ¿para qué currárselo con una si puedes tener a otras sin hacer nada? Y esa es la realidad, pero chicas no es necesario tener más tetas, enseñar más o hacer más cosas para tener más tíos; solo se necesita un poquito de dignidad y valor en sí misma como para decir un simple “no” yo valgo más que todas esas palabras.

miércoles, 4 de diciembre de 2013

Si amar es de locos, llámame loca.

Sonreír sin motivo, que se entrelacen las palabras dentro de tu boca provocando que seas víctima de esas contestaciones tan absurdas, sentir como tus mejillas empiezan a cobrar un leve color carmín,  rojo, como un ocaso desprendido de la sonrisa entre sus labios, que deja escapar a la vez un soplo de aire que calienta tu rostro. Mirar abajo mientras ríes y mirarle a él mientras su mirada yace perdida, aprovechando cada segundo para poder contemplar todos y cada uno de los rincones de su cara.
Sequía en tus labios que esperan ser calmados por los suyos.
Observar como pasan los segundos y darte cuenta de que cinco minutos bastan para soñar toda una vida, así de relativo es el tiempo.
Es entonces cuando sientes un escalofrío provocado por ese suspiro que calla tantas palabras; sientes como su mano recorre tu cuerpo haciéndose hueco entre tu pelo hasta juntar tu cabeza con la suya, y es ahí,  justo en ese momento,  cuando algo se acciona dentro de ti; dejas de ser dueña de tus sentimientos, del latir de tu corazón y comienzas a temblar, hasta que sus labios rozan los tuyos trayendo consigo esa calma que tanto ansiabas.

 Cierras los ojos, y te das cuenta de que cuando pensabas que esas historias no iban contigo y que el amor solo era para locos, tú eres una loca más; decides subirte a ese tren, sin saber dónde te llevará ni cuánto tiempo durará ese recorrido. Tan sólo quieres perderte entre sus labios, como aquella noche por las calles de Madrid iluminados por esas luces que hacían competencia al brillo que ahora dejaban ver tus pupilas.
Caminar con su brazo recogiendo tu cuerpo,  sentirte parte de él mientras comienzas a evadirte entre el perfume que quedará impregnado en tu ropa.
Bailar aquella melodía sobre sus brazos mientras los demás pasajeros se paraban a observaros, besarle; besaros.
No sé dónde irá a parar este tren, pero cualquier destino estará bien mientras pueda perderme en tu mirada, ¿y el tiempo? Siempre hay un tiempo para marchar aunque no haya sitio a dónde ir.

sábado, 16 de noviembre de 2013

Jóvenes suicidas



Sé que esto es una locura y que añoro lo que un día me mató, por ello me considero una joven suicida en busca del amor. Pero esta vez, quiero enamorarme y hacer que el amor sea el que nos odie a nosotros.
Extraño dormir con el aroma de su colonia que como cada día quedaba impregnada en mi pelo, extraño esos brazos agarrando mi cintura por detrás mientras un ligero soplo de aire caliente escapaba entre su sonrisa y acariciaba mi cuello. Extraño todas y cada una de esas sonrisas, el poder subirme a caballito a su espalda y tumbarme en su regazo escuchando el latido de su corazón. Extraño que me cuente historias, pero no unas cualquiera, historias que narraban lo que un día imaginamos que sería nuestro futuro. Extraño todo esto, pero no te extraño a ti.
Tan solo sigo vagabundeando en busca de un chico que merezca la pena, mientras tanto, seguiré sentada en mi habitación llorando con tantas películas esperando a que un día llegue la mía, aunque quizás por esperar tanto, termine sola.


lunes, 4 de noviembre de 2013

“ Siempre” es demasiado tiempo.



Creí en el amor, sí, lo hice. 
Dejé, que todas y cada una de sus palabras fuesen creando una historia, nuestra historia; decidí convertir esos momentos en tinta, pasando desde la risa más cálida al más ligero baile de su dedo recorriendo mi espalda mientras se deslizaba escribiendo en ella un te quiero.

Dejé, que él fuese mi vida renunciando por lo tanto a la mía. Formando aquella historia desde los sueños, dos niños jugando a ser mayores. 
Pero con el tiempo esos sueños se fueron derrumbando, sin darnos cuenta de que fuimos nosotros mismos quienes fabricamos aquellos castillos de arena bajo nuestros pies.

Mis sueños cesaron, y cuando me deshice de aquella venda que tan cegada me tenía, me di cuenta de que la persona que tenía a mi lado desapareció sin ninguna explicación, sin ningún tipo de aviso, vertiendo un vaso de agua sobre nuestras páginas dejándolas ilegibles.   
Recorrí todas y cada una de las esquinas de aquellas páginas en busca de ti. Pero me di cuenta de que si realmente esta fuese nuestra historia, tú ya estarías aquí.
Y desde aquel día, dejé de creer en el hamor, sí, con h, al ser un sentimiento inexistente. 



Entonces te das cuenta de que “siempre” es demasiado tiempo.

viernes, 4 de octubre de 2013

La gente cambia, los recuerdos no.



Agota tanta falsedad, tantas miradas que reflejan odio mientras la sonrisa que llevan dibujada en el rostro dice todo lo contrario. Abrazos fríos, besos que las mejillas apenas logran percibir, labios ásperos, caricias sin tacto, olores que desaparecen; miradas vacías. Un álbum de fotos con páginas en blanco, páginas que no serán escritas, que no podrán ser acariciadas de nuevo con aquella pluma que bailaba dejando huella en ellas usando el papel como pista, describiendo el momento que aquella cámara capturó; contando la historia de aquella sonrisa. Ya no más, se acabó.



Descubres que nunca vendrá aquel príncipe a bajarte de tu torre, a liberarte con tan sólo un beso; que no vivirás ninguna de esas historias con las que tanto llorabas aquellas tardes tumbada en la cama. Que si quieres vivir aventuras tienes que salir a buscarlas y si lloras, tienes que aprender a secarte las lágrimas, respirar hondo, contar hasta diez, levantar la cabeza y seguir adelante.



La gente cambia, y tu vida con ella. Gente que va, gente que viene, gente que se queda, otra que se va; pero todas dejando un trozo de página escrita. Algunas de ellas serás recordadas con sonrisas, otras con un suspiros y habrá también las que te arrepientas de su presencia, pero al fin y al cabo, es tu vida y lo que está escrito con tinta no lo puede borrar el paso del tiempo.



Te das cuenta, de que estás sola; Que la vida es una batalla en la que los rivales sois tú y el mundo y si quieres sobrevivir, tienes que luchar. Un día te caerás y no habrá nadie que te levante, un día llorarás y nadie te secará las lágrimas; un día sentirás la soledad, y nadie estará para abrazarte.

Entonces, decidirás que es hora de cambiar tu vida o ella terminará cambiándote a ti.