Estaba perdida, dejando pasar personas por mi vida como estaciones a lo largo del año, como trenes esperando ser cogidos pero que terminan marchando vacíos de la estación. Y en esa misma estación me encontraba, sentada en un banco observando sin sentir, sin querer, sin vivir. Intentando encontrarme pero sin hallar respuesta alguna, ¿quién soy? ¿Qué hago aquí? Leyendo una y otra vez el mismo libro, desgastado y arrugado por tanta lágrima, ¿para qué vivir mi vida si puedo leer un cuento? Miedo, tengo miedo. Miedo al olvido, tengo miedo a la soledad.
Querer seguir leyendo una y otra vez para vivir su historia y no dejar que la vida me haga tropezar con la realidad, con voces que quedaron en eco, y entre tanto eco, gritando mi soliloquio.
Querer seguir leyendo una y otra vez para vivir su historia y no dejar que la vida me haga tropezar con la realidad, con voces que quedaron en eco, y entre tanto eco, gritando mi soliloquio.
Poder levantarme de la cama sin que el peso de mi cuerpo se desplace por el espacio cual pluma empujada por el viento. Respiro, pero no vivo.
Puntos y comas divorciados que hacen de mi vida finales de historia y continuidades que no tienen salida. Pensar si alguien vendrá después de todo a rescatarte de esta oscuridad, de este eterno anochecer.
Oxígeno para mis pulmones, luz en mi camino y agua para mis labios.
Algo provocó sordina a mis pensamientos, noté unos pasos,se acercaba lentamente. Observé, se sentó en el banco de enfrente. Levanté mi cabeza; ahí comenzó mi cuento.
Puntos y comas divorciados que hacen de mi vida finales de historia y continuidades que no tienen salida. Pensar si alguien vendrá después de todo a rescatarte de esta oscuridad, de este eterno anochecer.
Oxígeno para mis pulmones, luz en mi camino y agua para mis labios.
Algo provocó sordina a mis pensamientos, noté unos pasos,se acercaba lentamente. Observé, se sentó en el banco de enfrente. Levanté mi cabeza; ahí comenzó mi cuento.
Parecía obra de la imaginación, un August Waters para una Hazel que sólo buscaba soledad.
Su mirada, un mar en el que sumergirse, un mar, que debía ser explorado, perdido en una tez morena, de cabellos claros no excesivamente rubios y labios perfectamente curvados esperando ser calmados.
Pequeño ser que cree que vive pero simplemente existe, ocupando una mínima porción del planeta ; que parece grande, pero sólo es una mota de polvo en un universo lleno de estrellas, estrellas que observan desde el cielo, estrellas que son observadas. Ya no lograba unir mis pensamientos en constelaciones.
Me miró, deje de respirar; incluso puedo estar convencida de que mi corazón dejó de latir por un segundo.
Intenté disimular, pero intentando seguir el camino recto me perdí en la curva de su sonrisa, sonrisa que provocó la mía, que tímida, se perdió entre mi cabello que ahora ejercía de escudo.
Y así día tras día. El reloj de la estación comenzando una cuenta atrás cada vez que él llegaba. Mismos pasajeros, nuevas caras, niños riendo, mujeres llorando, hombres con prisa, gente feliz, gente triste, gente vacía. Pero entre medias él, sentado en el mismo banco.
El mismo ritual de miradas evitadas, sonrisas en silencio y suspiros; Suspiros, que nacieron siendo gritos.
Quizás él estaba esperando su tren, el correcto para marchar de este lugar.
Pero yo sólo quería poder sentarme a su lado, leer su libro para entender su historia y así comprender el motivo de esta larga espera en la estación.
Llegó ese día al que tanto temía , él ya no estaba, su lugar lo ocupaba una rosa roja.
Su mirada, un mar en el que sumergirse, un mar, que debía ser explorado, perdido en una tez morena, de cabellos claros no excesivamente rubios y labios perfectamente curvados esperando ser calmados.
Pequeño ser que cree que vive pero simplemente existe, ocupando una mínima porción del planeta ; que parece grande, pero sólo es una mota de polvo en un universo lleno de estrellas, estrellas que observan desde el cielo, estrellas que son observadas. Ya no lograba unir mis pensamientos en constelaciones.
Me miró, deje de respirar; incluso puedo estar convencida de que mi corazón dejó de latir por un segundo.
Intenté disimular, pero intentando seguir el camino recto me perdí en la curva de su sonrisa, sonrisa que provocó la mía, que tímida, se perdió entre mi cabello que ahora ejercía de escudo.
Y así día tras día. El reloj de la estación comenzando una cuenta atrás cada vez que él llegaba. Mismos pasajeros, nuevas caras, niños riendo, mujeres llorando, hombres con prisa, gente feliz, gente triste, gente vacía. Pero entre medias él, sentado en el mismo banco.
El mismo ritual de miradas evitadas, sonrisas en silencio y suspiros; Suspiros, que nacieron siendo gritos.
Quizás él estaba esperando su tren, el correcto para marchar de este lugar.
Pero yo sólo quería poder sentarme a su lado, leer su libro para entender su historia y así comprender el motivo de esta larga espera en la estación.
Llegó ese día al que tanto temía , él ya no estaba, su lugar lo ocupaba una rosa roja.
Finalmente me cubrí de valor y fui, agarré la rosa, la olí; no era una rosa normal, llevaba su perfume y junto a ella una nota que decía :
《Contaba las estrellas para saber lo que te quería pero me perdía, siempre fui más de letras.》
El latido de mi corazón fue silenciado por el pitido del tren avisando que abandonaría la estación, me giré y vi como dos bancos más allá él subía a ese tren, sonriéndome como siempre pero yo no podía devolverle la sonrisa, iba a perder mi tren, en el que estaba él. Las puertas se cerraron haciendo un ruido que tronó por mi cabeza, las rodillas me temblaron, caí al suelo. Comenzaron a brotar lágrimas de mis ojos sin previo aviso, pero entre mi nublada mirada pude observar algo en suelo, otra nota que decía:
《 Los trenes avisan cuando deben ser cogidos para que no los pierdas y mi sonrisa eran sus pitidos, te esperaba para que subieses al mío. 》
Por cada lágrima que derramaba, una estrella caía y del llanto surgió la mar, que el universo apagaría.
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