A veces cuando ya no sabes dónde tienes que ir porque la luz que te guiaba ha ido desapareciendo aparece otra, sin más, sin explicaciones. Te ilumina con más intensidad conduciéndote por una nueva ruta, la que te llevará hasta su lado. Es entonces cuando vuelves a tumbarte en la cama a escuchar música mientras cierras los ojos, y en esa oscuridad comienzan a reflejarse miles de historias que te desconectan del mundo emprendiendo así un
viaje a un nuevo nivel. Es, cuando las horas son eternas mientras estáis separados, pero vuelan cuando estáis juntos. Es, cuando no puedes mirarle a los ojos más de medio minuto, porque si lo haces, comenzarás a perderte en ese reflejo de su pupila, en ese color que te producirá dejar de pensar y centrarte tan sólo en vosotros, provocando que el mundo que os rodea deje de existir. Oler tu ropa una y otra vez por llevar su perfume, ese que tanto te gusta, grabado en ella. No querer dormir por no perder un solo minuto de hablar con él. Sonreír, sin más. Querer llegar a “Never Land” a su lado. Es entonces, cuando descubres que realmente existía alguien como tú, con tus mismos gustos, sentimientos, ilusiones… Cuando te das cuenta de que en cada regla existe una excepción y tú has encontrado la tuya y no quieres dejarla escapar, no esta vez.
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